viernes, 17 de agosto de 2012

División XXX (Parte VIII)


Por donde corríamos la tierra temblaba a nuestros pies, no sabíamos cual de los bandos perpetraba este bombardeo, lo único que sabíamos es que aquel bosquecillo y ese lago donde hace un par de horas me bañaba desnudo y después gozaba del sexo mas desenfrenado con un desconocido descubriendo facetas mías totalmente desconocidas para mi, estaba volando en pedazos, ya no existía nada de aquello, como recuerdo solo permanecía mi impertérrita erección que no se bajaba aunque estuviera en frente de un pelotón de fusilamiento. Aquellas erecciones como la que tengo ahora mismo eran bastante conocidas  en todos los prostíbulos de la ciudad y parte de la provincia, además del tamaño de mi miembro viril que entre compañeros de sindicato había sido apodado como “pijo largo” o “trípode”.



En fin, que aquella vez ya no hay “pijo largo” que valga, ahora tocaba salvarse el pellejo o como se dice vulgarmente “salvarse el culo” y había que correr esquivando las bombas que caían del cielo.

De pronto suena un ruido extraño y siento que me elevo por los aires, estoy unos segundos en el aire y caigo a toda prisa, quiero incorporarme pero no puedo, tampoco oigo nada, de repente todo ha vuelto a la paz, solo veo una gran pantalla blanca como aquella que instalaron hace poco cerca de la playa y luego fueron proyectando imágenes con un cinematográfico, solo eso, todo  blanco y mudo…

Como en una ensoñación noto como mi cuerpo vuelve a elevarse pero no del todo solo de torso hacia arriba y es arrastrado, sigo sin ver ni escuchar nada, todo blanco y mudo y una paz de la cual mi poca conciencia que me queda escucho.

-          No te rindas, yo te sacaré de aquí…

No me lo podía creer (pensé cuando tomé conciencia mucho tiempo después), la persona a la cual estaba torturando y forzando a tener sexo salvaje estaba  intentando salvarme la vida…

(continuará...)